martes, 15 de febrero de 2011

OTRA NOCHE EN BLANCO

Vaso de agua, cinco pastillas de colores en la palma de la mano. Sabe que la azul es la importante, la que hace que concilie el sueño y que la mañana de mañana no sea algo tan lejano.
Pastillas irregularmente repartidas por la boca mientras entra el agua para ayudar a tragarlas.
Después, el libro y las gafas de ver de cerca, la falta de concentración, el pequeño relax que atonta. Luego el rito de siempre: cerrar el libro, quitarse los ojos postizos, apagar la luz y cerrar los ojos.
Demasiado bruscamente llega un sueño profundo y extraño, repentino, en el que no existen pesadillas ni ensueños, tan inconcreto que no dejará ni el más leve de los recuerdos al día siguiente.
Y ya entrada la noche, inevitablemente, se despierta bruscamente en plena oscuridad, intenta relajarse, no leer, no pensar, mirar la hora en el móvil después de un largo rato y siempre se encuentra con la pesadilla de que quedan todavía demasiadas horas por delante. Una vez más: otra noche en blanco.
El sueño artificial de la pastilla azul sigue sin poder competir con el verdadero, aquel que transitaba entre los días, llenando las horas de oscuridad.
Porque otra noche empastillada no es una noche para dormir, es una noche en blanco.

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