lunes, 21 de febrero de 2011

VISTO Y CONFORME

Aburridamente estuvo pasando página tras prágina de aquellos enormemente obtusos documentos. Releyó inutilmente los innumerables expedientes que se apilaban en el lado izquierdo de la mesa y se propuso acabar con ellos de la mejor manera posible.

Sacó el sello de caucho con el emblema del Ministerio y las palabras mágicas debajo: "Visto y Conforme". Selló impasiblemente uno tras otro y los colocó apilados al lado derecho de la mesa, en la bandeja de "salidas". Sabía que, al día siguiente, el ordenanza los recogería y pasarían a la siguiente mesa.

Lo que ignoraba Gutierrez es que, cuatro años después, por aquel maldito sello en unos documentos sin comprobación alguna, cuatro familias recibirían un requerimiento de 3487€ (intereses de demora incluidos) por no haber pagado en fecha unos trámites que creyeron correctos en su día. Al fin y al cabo, esas desgraciadas familias tenían en su poder un papel mojado que decía "Visto y Conforme" con el sello del Ministerio pero que no eximía de ningún pago.

Gutierrez siguió sentado dignamente en su mesa, ajeno al drama que había creado cuatro años después y que, tal vez, seguría creando los siguientes cuatro años en otras cuantas familias. Familias que no tendrían recursos para hacer frente a ningún pago y a quienes sólo quedaba el recurso, completamente ajeno a ellos y para el que necesitaban contratar un abogado, de presentar un "Recurso de Alzada" contra el Ministerio.

Quedaban varios años por delante, tribunales, paciencia y una alta dosis de absoluta indignación

martes, 15 de febrero de 2011

OTRA NOCHE EN BLANCO

Vaso de agua, cinco pastillas de colores en la palma de la mano. Sabe que la azul es la importante, la que hace que concilie el sueño y que la mañana de mañana no sea algo tan lejano.
Pastillas irregularmente repartidas por la boca mientras entra el agua para ayudar a tragarlas.
Después, el libro y las gafas de ver de cerca, la falta de concentración, el pequeño relax que atonta. Luego el rito de siempre: cerrar el libro, quitarse los ojos postizos, apagar la luz y cerrar los ojos.
Demasiado bruscamente llega un sueño profundo y extraño, repentino, en el que no existen pesadillas ni ensueños, tan inconcreto que no dejará ni el más leve de los recuerdos al día siguiente.
Y ya entrada la noche, inevitablemente, se despierta bruscamente en plena oscuridad, intenta relajarse, no leer, no pensar, mirar la hora en el móvil después de un largo rato y siempre se encuentra con la pesadilla de que quedan todavía demasiadas horas por delante. Una vez más: otra noche en blanco.
El sueño artificial de la pastilla azul sigue sin poder competir con el verdadero, aquel que transitaba entre los días, llenando las horas de oscuridad.
Porque otra noche empastillada no es una noche para dormir, es una noche en blanco.